Una compañera de mi despacho salía por el portal del edificio sobre las 21 horas, en la calle República Argentina. Y se encontró a dos jóvenes de alrededor de quince años grabando con un móvil a un mendigo que estaba sentado sobre unos cartones a la intemperie, a la vez que le preguntaban, riéndose: ¿es que no te da vergüenza? Y al recriminarles su conducta, siguieron filmando y riéndose, sin importarles nada más.
Este tipo de comportamientos siendo perseguidos por la policía y la fiscalía de menores. Y me parece buen remedio la imposición de penas consistentes en trabajos en beneficio de la comunidad, para que el menor aprenda una buena lección de la vida. Son los padres los que tienen que fiscalizar las actuaciones de sus hijos y deben preocuparse por lo que hacen.
De la misma forma, deben concederse más poderes a los profesores para controlar a sus alumnos. Si el menor problemático sale indemne en el colegio y hogar, en la calle estará como un caballo desbocado. Los delitos contra la integridad moral, la intimidad e imagen, cometidos por menores, son graves desde la legalidad y moralidad. Poner a trabajar en un centro de personas disminuidas a los que grabaron y vejaron a una chica con ese problema, es la mejor solución. Incluso mejor que un internamiento.
El Correo de Andalucía, 20 Febrero 2006.