Ha llegado a Sevilla una marabunta de bicicletas a partir de la proliferación de carriles-bicis, y me refiero no sólo a las que circulan por dichas vías sino a las que cuando desaparece su camino natural continúan rodando en las aceras sorteando a los viandantes. Usted va tranquilamente por la acera y le pasa al lado un velocípedo a toda velocidad. Se mueve a la derecha o a la izquierda, y el ciclista le puede gritar: “¡por el p. medio!”. ¿Pero el medio de qué? ¿De una competición? Las bicis son un peligro para los peatones, al igual que los vehículos a motor lo son para las bicis. Rara vez llevan timbre que pueda avisar a los transeúntes, y habitualmente desconocen o incumplen las normas de circulación.
El otro día bajé de un taxi en la Avenida de la Buhaira, puse el pie en la acera y, al percatarme que pisaba color verde, paré en seco y miré a mi derecha: me libré por décima de segundos de ser atropellado por una bicicleta que circulaba a gran velocidad. Si los conductores de bicis ojearan ciertos atestados de accidentes de tráfico, pensarían en utilizar otro medio de locomoción en el medio urbano; al igual que las motocicletas, no tienen defensa ante un impacto. Pero intentemos conseguir que los ciclistas se parezcan a los de Copenhague, que respetan las normas de tráfico. Y que conste que yo practico el ciclismo, pero lejos del mundanal ruido.
El correo de Andalucía,26 de marzo de 2007.